OBSERVARE
Universidade Autónoma de Lisboa
e-ISSN: 1647-7251
Vol. 12, Nº. 2 (Noviembre 2021-Abril 2022)
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VIOLENCIA BIDIRECCIONAL:
APROXIMACIÓN CRÍTICA EN LA MUJER CENTROAMERICANA
CÉSAR NIÑO
cnino@unisalle.edu.co
Profesor Asociado de la Facultad de Economía Empresa y Desarrollo Sostenible, adscrito
al programa de Negocios y Relaciones Internacionales de la Universidad de La Salle
(Colombia). Ph.D en Derecho Internacional por la Universidad Alfonso X el Sabio,
Magister en Seguridad y Defensa Nacionales por la Escuela Superior de Guerra y
Profesional en Política y Relaciones Internacionales por la Universidad Sergio Arboleda.
CAMILO GONZÁLEZ
manuelc.gonzalez@usa.edu.co
Profesor Auxiliar de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio
Arboleda (Colombia). Magister en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca y Profesional
en Política y Relaciones Internacionales por la Universidad Sergio Arboleda.
Resumen
La propuesta central del presente documento es aproximar un modelo teórico de la mujer en
la violencia criminal partiendo de algunas dinámicas centroamericanas. A través del process
tracing se plantean los estadios de la mujer como receptora de violencia y la mujer como
vehículo de violencia. En efecto, la relación entre género y criminalidad revela la interacción
entre dos facetas fundamentales: la integración subterránea y la gobernanza criminal en la
región. Se encuentra que las integraciones subterráneas y criminales son mucho más efectivas
de realizar porque los costos de transacción entre los actores son menores, mientras que,
entre Estados, por su propia configuración, hay más limitaciones y costos robustos de
integración por variables como la soberanía, la política, la economía y la seguridad. Con base
en lo anterior, es menester mencionar que la reducción de la violencia contra la mujer no
radica en el aumento de las penas, sino en el funcionamiento efectivo de los operadores de
justicia. Una reducción del fenómeno debe partir de una mayor agilidad de las investigaciones
y del fortalecimiento de la política criminal para minimizar la capacidad de acción y coacción.
Por otro lado, la efectividad de la política busca aumentar la persuasión frente a potenciales
miembros de redes criminales para que desistan de su participación.
Palabras-clave
Gobernanza criminal, integración subterránea, mujer sujeto de violencia, Centroamérica.
Cómo citar este artículo
Niño, César; González, Camilo (2021). Violencia bidireccional: aproximación crítica en la
mujer centroamericana. In Janus.net, e-journal of international relations. Vol. 12, 2,
Noviembre 2021-Abril 2022. Consultado [en línea] en fecha de última consulta, consulta,
https://doi.org/10.26619/1647-7251.12.2.4
Artículo recebido en 22 Septiembre de 2020 y aceptado para su publicación el 3
Setiembre de 2021
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Violencia bidireccional: aproximación crítica en la mujer centroamericana
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VIOLENCIA BIDIRECCIONAL:
APROXIMACIÓN CRÍTICA EN LA MUJER CENTROAMERICANA
CÉSAR NIÑO
CAMILO GONZÁLEZ
Introducción
Los factores de inestabilidad y de inseguridad en Centroamérica han estado concentrados
en cuestiones que ponen en riesgo la capacidad estatal para controlar y luchar contra el
crimen organizado. Determinantes como el narcotráfico, la presencia de grupos armados,
la violencia entre pandillas, el tráfico de especies y la trata de personas, entre otras, han
reconfigurado las dinámicas de seguridad de la región. Lo anterior se presta para que
se ponga un contraste particular en la manera sobre mo los grupos criminales, a
diferencia de los Estados, logran mayor sincronía en actividades de integración y
dinamismo fluido de acciones ilícitas. De hecho, los modelos de integración regional han
sido abordados desde una perspectiva convencional que genera distorsiones a la hora de
entender los fenómenos que han hecho una especial carrera por dominar los territorios
en la zona. Asuntos que han logrado importantes intersecciones en las agendas
académicas y en la construcción de políticas públicas como la violencia, el crimen y los
estudios de género, han conseguido, desde esta configuración, ampliar los enfoques de
investigación y de abordaje para comprender una región dinámica y bastante
heterogénea. Así, las aproximaciones académicas desde América Latina han estado
determinadas por variables propias de la región como los entornos comerciales, defensa
de la democracia, derechos humanos, economía y política. Sin embargo, la región carece
de modelos propios para sus realidades más complejas fuera de lo tradicional. En otras
palabras, los marcos analíticos más conservadores, dejan por fuera cuestiones que
rivalizan con las arquitecturas de las políticas de seguridad como las lógicas criminales.
Dentro de los estudios de integración, regionalismo, gobernanza y globalización, la
literatura alcanza a tener un gran acervo académico en dimensiones regulares,
convencionales y tradicionales (Meyer, 2007). Es decir, se ha construido un aparato
teórico y de estudios de caso referentes a los modelos convencionales sobre la
integración con comunes denominadores ecomicos, políticos, culturales, geográficos e
incluso sociales (Barrett & Kurzman, 2004). En ese orden de ideas, los modelos de
integración regional en Centroamérica versan sobre alternativas y soluciones al comercio,
democracia y desarrollo para reducir vulnerabilidades a las constantes sensibilidades del
sistema internacional. Sin embargo, la región pareciera tener una subregión, una
dimensión subterránea e incluso una construcción alternativa de integración y
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gobernanza definida como un modelo criminal en la que la mujer se convierte en
receptora y vehículo de violencia en la región.
Con base en lo anterior, dentro de las construcciones sociales del crimen, el rol de la
mujer ha estado relegado a un plano subordinado en la relación de género. Situacn que
permite nuevas aproximaciones para comprender un fenómeno poco explorado hasta el
momento en la región y que genera grandes preocupaciones para la elaboración de
decisiones en materia de política pública en seguridad.
De tal manera, el presente artículo busca responder la pregunta ¿cómo se construyen la
gobernanza criminal y la integración subterránea en Centroamérica desde la violencia de
género? Por ende, el papel de la mujer es el centro de gravedad para la invisibilización
del crimen en la región. De esta manera la gobernanza criminal ha alcanzado a construir
reglas de juego, institucionalización y normalización entre grupos criminales que les
permite obtener un clima apto para la integración entre ellos gracias a la debilidad
institucional de los Estados, la alta capacidad de adaptación de sus estructuras y la baja
burocratización para los negocios ilícitos. La participación de la mujer no ha sido abordada
a profundidad en la participación criminal pero como receptora de violencia, una
exclusión que se suma a las asimetrías de género en los estudios de seguridad y crimen
organizado.
El desarrollo del texto está dividido en cinco partes. En primer lugar, se hará una
aproximación teórica y conceptual sobre la gobernanza criminal y la integración
subterránea. Luego se expondrá el fenómeno de la mujer como sujeto de violencia: entre
receptora y vehículo criminal. Posteriormente se expondrá el modelo teórico para explicar
el rol de la mujer en dicho fenómeno. A continuación, abordaremos la integración
subterránea de género como un fenómeno centroamericano. Finalmente, se ofrecerán
algunas conclusiones generales sobre el modelo y el horizonte que debe seguir la
investigación de este fenómeno.
Aproximación teórica: gobernanza criminal e integración subterránea
La construcción de conceptos que se escapan a las tradicionales aproximaciones teóricas,
son desafíos estratégicos para el entendimiento y solución de los problemas de la
Centroamérica contemporánea. Las aproximaciones sobre la gobernanza criminal han
estado enfocadas en su mayoría a dimensiones cassticas en Suramérica (Lessing &
Graham, 2019). Empero, la apuesta por identificar el fenómeno criminal y la naturaleza
relacional entre su poder, el control territorial, las actividades ilegales, la violencia y la
suplantación al Estado, responden a preocupaciones estratégicas sobre los vacíos de
política pública y sistemas de justicia en los países de mayor debilidad institucional. En
ese sentido, trabajos como el de Desmond (2006) y Lessing & Graham (2019), entienden
por gobernanza criminal la convergencia y formación de estructuras entre funcionarios
gubernamentales, sociedad civil y actores criminales que deriva en prácticas sistemáticas
para la regulación de actividades (Desmond, 2006).
Una relación de orden paralelo que transita por la delgada línea entre lo convencional y
lo no convencional. En efecto, aquella gobernanza criminal redunda en que las redes son
patrones de comunicación e intercambio voluntarios, recíprocos y horizontales (Keck &
Sikkink, 1998; Niño, 2020). En ese sentido, los códigos de honor, la protección recíproca
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entre individuos, el control territorial, patrones de conducta, sistema de valores, entre
otros (Núñez & Espinoza, 2017), son algunas características que se proyectan sobre los
imperativos de la gobernanza. En ntesis es un sistema basado en una serie de
relaciones complejas que conectan el mundo legal con el ilegal (Garzón, 2012).
Las últimas dos décadas han estado permeadas por las grandes preocupaciones conforme
al crimen organizado (Schultze-Kraft, 2016) proveniente de países del Sur Global que
amenazan la estabilidad del Norte Global (Ayoob, 1991; Benabdallah, Murillo, & Adetula,
2017; Sharp, 2011). Aquellas preocupaciones han alcanzado un robusto y creciente
material en términos de seguridad ciudadana pero no en dimensiones y explicaciones
sobre la integración de redes y grupos criminales entre sí en Centroamérica. Los vacíos
definicionales son en mismos los primeros grandes problemas para el diseño de
políticas y estrategias.
Teniendo en cuenta lo anterior, si bien ha habido un intento valioso por resignificar la
gobernanza en condiciones irregulares, asimétricas y no convencionales, no sucede lo
mismo con las integraciones entre grupos criminales. De tal manera, aquellas
integraciones para efectos de este documento y como propuesta conceptual se entienden
como subterráneas debido a su condición irregular y alterna a los clásicos modelos de
integración entre Estados. Si bien no ha habido una robusta propuesta, trabajos como el
de Niño (2017) asegura que grupos terroristas de diferentes geografías comparten
patrones de comunicación, conducta y modelos de entendimiento que facilitan el diálogo
entre las organizaciones que no siempre persiguen fines comunes pero sí poseen
vulnerabilidades similares. A saber, los mercados de la violencia y el factor entrópico del
crimen han motivado a que las estructuras ilegales se valgan de recursos paraestatales
para gobernar porciones significativas de territorios y corredores estratégicos (Duncan,
2014; Raffo & Gómez, 2017). Teniendo en cuenta la aproximación teórica y conceptual
aplicada al contexto centroamericano, es menester involucrar el impacto de la violencia
de género al fenómeno de la integración subterránea (Niño, 2020). En efecto, la dinámica
natural de la gobernanza criminal repercute sustancialmente en la mujer como víctima
mayoritaria en la región. Por un lado, es un actor que funge como receptora de violencia
y por el otro, como vehículo criminal. Los corredores ilegales controlados por grupos
paraestatales (O’Donnell & Wolfson, 1993) alcanzan grados vitales de mercadear a las
mujeres como bien transable y como sujeto de violencia (Truong, 2001).
La mujer como sujeto de violencia: entre receptora y vehículo criminal
Hacia 1970 algunas investigaciones criminológicas llamaban la atención sobre
determinados estudios asociados a la relación causal entre mujeres delincuentes y la
emancipación femenina (Smart, 1979). En ese mismo orden se argumentó, por un lado,
que las madres asalariadas criaban niños que se convertirían en delincuentes, mientras
que, por otro lado, se mantuvo la hipótesis de que las mujeres emancipadas se vuelven
más tendientes al crimen debido su asociación con valores "masculinos" en el trabajo y
su contacto con oportunidades para el crimen fuera de casa (Smart, 1979). Una
construcción argumentativa que logró generar distorsiones sobre el papel del crimen en
la sociedad, una noción selectiva sobre el rol femenino en la sociedad y el crimen
asociadas a una subordinación del rol de la mujer en la sociedad e incluso en el crimen.
Posteriormente, los trabajos con enfoque de género y las distintas investigaciones que
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intentaron apartarse de la clásica configuración y relación causal entre mujer emancipada
y crimen como el de Chesney-Lind (1986), mostraron cambios sustanciales y avances en
la materia. En dicha investigación, se advierte sobre la visibilidad que hay de la violencia
generalizada sobre la mujer, pero reconoce al mismo tiempo que para determinar la
equidad analítica al respecto, se debe tener presente que no hay una información clara
sobre la mujer violenta que atenta contra otra mujer.
Por otra parte, también logró construirse una perspectiva en la cual la controversia sobre
la mujer criminal y violenta, ha estimulado la preocupación por las causas y los correlatos
del comportamiento delictivo femenino, particularmente el comportamiento de
naturaleza violenta en estructuras criminales (Bunch, Foley, & Urbina, 1983).
A comienzos del siglo XXI, la investigación de Rushforth y Willis (2003) arrojó nuevas
perspectivas sobre la relación entre mujer y crimen. Los autores mencionan que el uso
de drogas por parte de las mujeres es un factor definitorio en su participación en el
crimen y argumentan que la severidad del uso de drogas por parte de las mujeres está
más estrechamente relacionada con su criminalidad que con los hombres (Willis &
Rushforth, 2003). Así mismo las delincuentes femeninas tienen más probabilidades que
los hombres de ser encarceladas por delitos no violentos, como delitos de drogas,
mientras que los hombres tienen más probabilidades de ir a prisión por asuntos violentos
(Nazario, 2019; Willis & Rushforth, 2003). Lo anterior abre un nuevo espectro de análisis
a dimensiones en las que la mujer facilita actividades criminales para las redes ilegales
partiendo de la probabilidad de asociación con delitos menores.
Las mujeres constituyen una minoría en el contexto delictivo mundial actual (Loinaz,
2016). Sin embargo, la invisibilidad de la mujer como actor protagónico de la criminalidad
ha sido una constante tanto en la esfera criminal como en la dinámica bibliográfica y
académica pero también, la mujer representa un sostenido aumento en las capturas,
investigaciones, condenas y encarcelamientos en los últimos años (Loinaz, 2016).
Estimaciones globales en el año 2010 arrojaron resultados importantes advirtiendo que
el 25% de los delincuentes pertenecían a población exclusivamente femenina,
concentrándose en que el 10% eran de carácter violento y el 5% asociados a los sexuales
(Cortoni, Hanson, & Coache, 2010; Loinaz, 2016). No obstante, el 10% restante no posee
una atribución y registro para un tipo de delito absoluto y determinado.
Finalmente, Centroamérica es una de las regiones más violentas del mundo, una de las
más asimétricas y volátiles en términos de conflictos domésticos y en particular la más
desigual (Dalby & Carranza, 2019). Por otra parte, también es una región en la que se
estiman grandes manifestaciones de violencia contra la mujer y su carácter receptivo ha
llamado la atención a nivel mundial contradiciendo la tesis de los trabajos de la década
de 1970 en la que se advertía una relación entre la mujer criminal y su proceso de
emancipación (Blanchard, 2003; IEEP, 2017). En efecto, en el marco de la gobernanza
criminal y la integración subterránea, la mujer se convierte en el punto de inflexión como
sujeto de violencia en dos dimensiones: receptora y vehículo. Aquel fenómeno configura
la proporción bidimensional de la violencia (Niño & Méndez, 2020), una suerte de
dimensión en la que la mujer ha sido tradicionalmente violentada pero también tiene una
participación en estructuras violentas.
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Propuesta de teorización de la mujer en la violencia
Para abordar el fenómeno de la mujer como sujeto de violencia en el contexto
centroamericano utilizaremos el método de rastreo de procesos (process tracing). Este
método hace uso de la evidencia documental para inferir la cadena causal que interviene
entre las causas y los resultados de un fenómeno determinado (George & Bennett, 2005).
Concretamente, utilizaremos la variante de theory-building process tracing (construcción
de teoría) (Beach & Pedersen, 2019) para elaborar una propuesta teórica que exprese la
integración subterránea desde el género en Centroamérica desde la incorporación de los
fenómenos de la mujer como receptora de violencia y la mujer como vehículo de
violencia.
El modelo teórico parte de la base de que existe un fenómeno estructural y visibilizado
como la mujer como receptora de violencia que se expresa en variables como los
comportamientos sociales frente a la mujer y la acción del Estado para la protección de
sus derechos:
MRV= PSM+DPP
La Mujer Receptora de Violencia (MRV) es el resultado de la confluencia de factores como
la percepción social de la mujer (PSM) y las distorsiones de las políticas públicas (DPP)
para enfrentar su vulnerabilidad ante fenómenos de violencia de género.
Sin embargo, este elemento del modelo es aquella que podríamos referirnos como
tradicional en los estudios sobre la violencia y el género que identifican un solo lado de
la violencia que se ejerce contra la mujer. Nuestra propuesta de teorización va más allá
al incorporar dentro de la explicación el fenómeno de la Mujer Vehículo de Violencia (MVV)
que se caracteriza por la instrumentalización de la mujer para actividades delictivas y
que pone de presente el progresivo cambio en los imaginarios y roles de la mujer en las
organizaciones criminales:
MVV= MRV*AC
En el mismo sentido, la incapacidad del Estado (IE) por regular las actividades y el
desplazamiento del Estado en el ejercicio de las funciones clásicas como la defensa, el
control efectivo de las fronteras y la seguridad o la provisión de bienes públicos
(Wickham-Crowley, 1987) generan que el fenómeno en su conjunto tenga un matiz
interméstico, existiendo una continua interacción entre los niveles domésticos e
internacionales alrededor de la violencia de género. En su conjunto la suma de violencias
domésticas en los niveles estructural y de actores criminales, reforzado por la incapacidad
del Estado genera lo que hemos denominado Integración Subterránea desde el Género
(ISG):
MRV(IE)+MVV(IE)=ISG
De tal manera, la incapacidad del Estado (IE) es la constante en la dinámica de la
integración subterránea de género. A saber, esta afecta de manera diferenciada el
proceso con especial énfasis en la mujer receptora de violencia porque es éste quien
implementa políticas públicas débiles para la prevención de la violencia y proteccn de
la mujer.
Por otro lado, y sumado a lo anterior, la incapacidad del Estado en sus funciones básicas
conforme a la protección y efectivo control territorial aumenta la probabilidad de que la
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mujer mute de receptora a vehículo de violencia porque se convierte en actor parte de
la cadena criminal. En efecto, ese involucramiento de la mujer en las organizaciones
criminales tiene un centro de gravedad en los estímulos e incentivos que ofrece la
porosidad de las fronteras, el aprendizaje de los criminales sobre el valor estratégico de
la mujer en sus estructuras y la debilidad de las instituciones públicas para prevenir el
reclutamiento para dichas actividades.
Para el contexto centroamericano, lo anterior se traduce en que la región comprende un
fenómeno de violentalización
1
, donde la violencia es quien determina las dimensiones y
roles que asume la mujer en el Triángulo del Norte; por ende, delitos como el feminicidio,
la violencia sexual y simbólica producen escenarios violentos contra la mujer.
En ese sentido, para efectos del presente artículo, la integración subterránea de género
es el producto de un proceso violento y criminal alrededor del papel de la mujer en la
región. Con base en lo anterior, existe una causa estructural que es la mujer receptora
de violencia evidenciada en maltrato, discriminación y delitos contra la mujer. Debido a
la violentización y la presencia de actores criminales, se configura una nueva noción de
la mujer como vehículo de violencia. Esta última, se ha convertido en una estrategia e
innovación criminal que permite la integración subterránea de género debido al poco
control efectivo del territorio que se da especialmente en las zonas de frontera.
Mecanismos causales como la inestabilidad estatal, la porosidad fronteriza y el
aprovechamiento del rol de la mujer en la sociedad por grupos criminales, son vitales
para el entendimiento del rol y participación femenina en el crimen transnacional.
Integración subterránea de género: fenómeno centroamericano
La mujer del Triángulo del Norte se construye como sujeto de violencia a partir de una
convergencia de variables estructurales como la percepción de la mujer en la sociedad y
su autonomía económica. Adicionalmente, la violencia simbólica abre un nuevo espectro
no abordado de mujeres violentas, cuyos roles en las estructuras criminales construyen
circuitos subterráneos de delincuencia. Entonces, encontramos que los diseños de política
pública están concentrados en mitigar la primera dimensión (mujer receptora de
violencia) dejando de lado la prevención del fenómeno de la mujer violenta. La mujer
decide optar por la violencia y el crimen como espacio plausible para proteger su rol
activo dentro de una estructura, generar códigos de respeto y aspiraciones de ascenso
en una pirámide criminal.
Para la primera dimensión sobre la mujer como receptora de violencia en la región, ésta
se configura bajo diversas maneras: sexual, ecomica, emocional o psicológica (IEEP,
2017). De acuerdo con lo anterior, los países pertenecientes al Triángulo Norte
Centroamericano mostraron las más altas tasas de muertes violentas de mujeres en el
mundo durante el período 2007-2012 (Montti, Bolaños, & Cerén, 2018). A saber, El
Salvador fue el que durante el periodo registrado tuvo la tasa de muertes violentas de
mujeres más alta del mundo con 14.4 mujeres asesinadas por cada cien mil, luego
Honduras con 10.9 muertes violentas y en tercer lugar Guatemala con 9.3 muertes de
mujeres (OACNUDH, 2014). En consecuencia, la mujer configura un centro de gravedad
1
Concepto acuñado por los autores refiriéndose a la violencia como fenómeno transversal a las relaciones
sociales en todas sus dimensiones.
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en la recepción de violencia debido a factores culturales como masculinidades violentas,
la normalización histórica conductual de la violencia cultural, entornos familiares
violentos y la invisibilización de la violencia.
Por otra parte, los delitos de trata y tráfico de mujeres tienen un punto interesante para
el análisis sobre los marcos de gobernanza criminal.
2
Tanto el tráfico como la trata se
han convertido en crímenes atractivos para organizaciones criminales de la región como
“Los Perrones” de El Salvador. Estos poseen las rutas, los contactos y una arquitectura
de integración subterránea con grupos ilegales hondureños, cubanos, mexicanos,
panameños, colombianos, europeos e incluso africanos (Pérez, 2014), pero en particular
sus asociaciones subterráneas más estrechas las tienen con Barrio 18 y Mara Salvatrucha
(InSight Crime, 2016).
Una segunda dimensión de estudio es la de vehículo para el crimen. Las mujeres son
utilizadas como medios para la comisión de delitos tales como la extorsión. Una
investigación realizada por Demoscopía S.A. (2007) sobre la composición de género ha
demostrado que las mujeres componen entre el 20 y el 40% de las pandillas
centroamericanas. Las mujeres asumen funciones de recolección de información sobre
potenciales víctimas y cobro de extorsiones (Bonello, 2019), la principal fuente de ingreso
de estas organizaciones. Respecto a ello, las mujeres han sido involucradas de manera
estratégica a la cadena criminal explotando las ventajas que ofrecen los vacíos judiciales
a la hora de perseguirlas.
Esta dimensión resignifica el rol histórico de las mujeres, dicha resignificación transforma
el papel pasivo en activo de la mujer dentro de las organizaciones criminales. La
construcción social y la “otredad” (Mouffe & Laclau, 2007; Prozorov, 2015) han permitido
que su participación se convierta en una bisagra entre grupos y redes y al mismo tiempo,
un punto ciego frente a los operadores de seguridad y justicia.
Conclusiones
El presente artículo refleja un esfuerzo académico por construir un nuevo concepto e
involucrarlo al debate regional sobre la violencia y la criminalidad asociada a la mujer,
así como un aporte al estado del arte del conocimiento. La integración subterránea, desde
una perspectiva de género, se ha construido a partir de dos dimensiones asociadas a la
mujer como sujeto de violencia: receptora y vehículo criminal. Lo anterior es una apuesta
por resignificar la integración regional en términos de nuevos problemas que implican
soluciones estratégicas. En síntesis, la integración también se comprende desde puntos
alternos y no convencionales como el comercio y la potica, sino que se amplían a esferas
donde el Estado no es el centro de gravedad y la criminalidad alcanza a diseñar
ecosistemas subterráneos menos burocráticos, pero con altos réditos lucrativos.
Por otra parte, las limitadas fuentes académicas y documentales sobre la mujer violenta
representan una dificultad sobre la construcción de un estado del arte al respecto. Por lo
tanto, la presente investigación es una invitación para profundizar y ampliar los avances
2
Si bien el tráfico de personas tiene una característica de voluntariedad de la víctima con el acontecimiento
e implica el cruce de fronteras, la mujer traficada a pesar de su voluntad y consentimiento también es
víctima. En materia de trata, el contacto es bajo engaño y coacción y el consentimiento de la mujer víctima
está viciado y no implica el paso de una frontera (SEGOB, 2011).
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académicos sobre dos fenómenos que se han abordado de manera tradicional como lo
son el nero y la integración regional. Por un lado, el género como explicación de nuevas
movilidades de la mujer en la estructura social y por el otro, la integración regional como
un fenómeno que posee múltiples aristas que merecen ser estudiadas tales como las
gobernanzas criminales, los roles de actores convencionales con no convencionales, la
corrupción, las suplantaciones de los Estados por actores irregulares, el crimen
organizado con capacidad de desbordar el sistema y las instituciones regulares. En efecto,
para el crimen no hay fronteras homologables a la concepción de los Estados, en el
crimen, las instituciones son creadas de manera irregular para competir e incluso sustituir
las reglas de juego estatales. Lo anterior modifica y reconfigura el espacio regional,
geopolítico, económico y jurídico sobre el cual se construyen los modelos de integración
regional tradicionales.
De hecho, unos de los principales retos para subsanar las debilidades regionales en la
materia, consisten en estandarizar y sistematizar las estadísticas y los datos sobre la
violencia de nero que están dirigidas en su mayoría a evidenciar el fenómeno de la
mujer violentada y así mismo, a mostrar de igual manera las dimensiones en las que la
mujer violenta integra las estructuras criminales de la región. Por otra parte, la política
criminal debe incorporar un componente diferenciado de género y regional. De tal
manera, consensuar estrategias de política pública que impliquen la protección de la
mujer violentada y al mismo tiempo, la desvinculación de las mujeres de las estructuras
criminales. En efecto, las empresas privadas deben facilitar la inserción laboral femenina
mientras los operadores estatales deben redefinir y conquistar espacios naturales de su
configuración constitucional. Finalmente, en términos sociales, la comunidad debe asumir
un rol activo en la desnormalización de la violencia como práctica social.
Con base en lo anterior, es menester mencionar que la reducción de la violencia contra
la mujer no radica en el aumento de las penas, sino en el funcionamiento efectivo de los
operadores de justicia. Una reducción del fenómeno debe partir de una mayor agilidad
de las investigaciones y del fortalecimiento de la política criminal para minimizar la
capacidad de acción y coacción. Por otro lado, la efectividad de la política busca aumentar
la persuasión frente a potenciales miembros de redes criminales para que desistan de su
participación.
Las estrategias de seguridad deben ser construidas con base en las particularidades y
fenomenologías de la región y estar solventadas en que el enfoque de género, más al
de la discusión entre feminidades y masculinidades, aporte a la comprensión de la
gobernanza criminal e integración subterránea frente a la mujer como sujeto y patrón
transable de la violencia regional.
El presente documento es un esfuerzo por intentar explicar lo concerniente a un
fenómeno altamente preocupante para los operadores de seguridad y justicia regional.
El papel de la mujer en las esferas criminales como víctima y criminal, han determinado
algunas invisibilizaciones que preocupan al momento de elaborar políticas públicas y
estrategias de seguridad integrales. A lo largo del estudio se determina que las
integraciones subterráneas y criminales son mucho más efectivas de realizar porque los
costos de transacción entre los actores son menores, mientras que, entre Estados, por
su propia configuración, hay más limitaciones y costos robustos de integración por
variables como la soberanía, la potica, la economía y la seguridad.
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Este trabajo también busca contribuir a futuras nuevas líneas y agendas de investigación
en América Latina. Los estudios de género han estado relacionados a explicar temas
concernientes a la equidad, participación, reivindicaciones femeninas con la política, los
derechos, acceso a la justicia, el trabajo y la economía. Por eso, esta investigación busca
entre otras, hacer un aporte desde los estudios de género a la comprensión del fenómeno
de la integracn, particularmente en Centroamérica y en nuevas aproximaciones al rol
de la mujer en las dinámicas de seguridad.
Referencias
Ayoob, M. (1991). The Security Problematic of the Third World. World Politics, 43(02),
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Barrett, D., & Kurzman, C. (2004). Globalizing Social Movement Theory: The Case of
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