JANUS.NET, e-journal of International Relations
e-ISSN: 1647-7251
Vol. 12, Nº. 2 (Noviembre 2021-Abril 2022), pp. 30-48
Los Rumbos del Movimiento al Socialismo (mas) en Bolivia:
El diálogo entre Política Exterior y Diplomacia
Natalia Ceppi
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embarazo. Finalizando el tercer mandato de Morales, al año 2018, el 51.2% del total
de la población fue beneficiaria de algún bono social (Ministerio de Economía y
Finanzas Públicas de Bolivia, 2019). Esto generó un círculo virtuoso con respecto a
los indicadores sociales ya que la pobreza –tanto moderada como extrema- y la
desigualdad tuvieron un claro comportamiento descendente en el período 2005-
2018. La pobreza moderada pasó de 60.6% a 34.6%; la extrema de 38.2% a 15.2%
y el Coeficiente de Gini de 0.60 a 0.46 (Ministerio de Economía y Finanzas Públicas
de Bolivia, 2019: 196-197).
No obstante, para que la Refundación del Estado fuera entendida de forma integral y
concluyente –“refundación total”, de acuerdo al posicionamiento del MAS-, la política
exterior, la diplomacia y las relaciones internacionales del país debían, por extensión,
tener rasgos diferenciadores de los gobiernos de la Democracia Pactada.
Ahora bien, ¿qué se entiende por política exterior y diplomacia? Retomando la propuesta
inicial de este trabajo donde dichas categorías se observan en términos de unidad, pero
al mismo tiempo, son conceptualmente diferenciadas, la política exterior, comprende,
siguiendo las ideas de Hermann (1990), un programa; un plan que se elabora desde el
poder Ejecutivo para la consecución de metas a alcanzar en el plano internacional. En
este sentido, la política exterior, como afirman Wilhelmy (1991), Lasagna (1996), Milani
y Pinheiro (2013), Busso (2016, 2019) y Míguez (2017, 2020), entre otros, se inscribe
como política pública, es decir, como el conjunto de objetivos y acciones que lleva a cabo
un gobierno frente a problemas –o podría agregarse, asuntos en general- que en un
determinado momento suscitan interés por parte del propio gobierno como por otros
actores, entre ellos, los ciudadanos (Tamayo Sáez, 1997). Esto implica, de acuerdo al
análisis de Oszlak y O’Donnell (1976), una toma de posición por parte del Estado, que se
concreta en decisiones que no necesariamente se expresan en actos formales, orientada
a resolver esa cuestión que se presenta. Al ser un modo de intervención donde se
incluyen las decisiones o perspectivas de diversos actores, esa “toma de posición no tiene
por qué ser unívoca, homogénea o permanente” (Oszlak y O’Donnell, 1976: 21). De ello
resultan tres elementos importantes a tener en cuenta: 1- esa posición predominante
que atañe a otros sectores de la sociedad, se desarrolla en un contexto y momento
histórico específicos; 2- al coexistir varios actores en la fijación de la posición, en
ocasiones, las decisiones pueden ser contradictorias y/o conflictivas y 3- la toma de
posición puede ser activa o por omisión, siendo ambas una manera de hacer frente al
tema de agenda (Oszlak y O’Donnell, 1976: 21-23).
La particularidad de la política exterior radica en que cuando el Estado adopta posiciones
frente a problemáticas de interés, se observa una interacción constante entre los planos
doméstico y externo (Busso, 2019, Míguez, 2020). En palabras de Wilhelmy (1991: 177)
la especificidad de la problemática internacional, genera que los objetivos de política
exterior sean identificados a partir de la incidencia de los influjos que provienen del
sistema político, de las consideraciones domésticas de la política y de la significación de
los actores y del entorno internacional.
Así, mientras que la política exterior fija y decide las directrices de acción –mediatas o
inmediatas- por parte de un Estado, la diplomacia es una forma de ejecutar, siempre de