1.2 Diplomacia Pública en la era digital
El término diplomacia pública (DP) surge en los Estados Unidos en el año 1965 acuñado
por Edmond Gullion. En cuanto a su definición, esta ha evolucionado a la par que las
relaciones internacionales especialmente a partir del fin de la Guerra Fría. Así,
(Manheim,1994) definía la DP como “las acciones del gobierno de una nación para influir
sobre la opinión pública y las élites de otra nación con el propósito de que su política
exterior sea favorable a la primera”. Definiciones más cercanas en el tiempo señalan
que la DP consiste en “influir sobre el comportamiento de un gobierno extranjero de
forma indirecta, ejerciendo influencia sobre las actitudes de sus ciudadanos” (Noya,
2006:6). Es importante señalar que la DP pretende influir en cualquier asunto que pueda
afectar a los intereses nacionales y no solo en temas de política exterior. En este sentido,
(Lee y Hocking, 2010: 11) reconocen que la DP se preocupa por promover objetivos
estratégicos del Estado.
Al querer influir en un público extranjero con unos fines predeterminados se puede
confundir DP con propaganda. La diferencia reside en que la DP es “a two-way street”,
una vía de doble sentido que, además de influir en el público extranjero, establece una
suerte de diálogo con él (Melissen, 2011: 18). En un sentido similar (Hayden, 2012)
afirma que en un entorno digital los interlocutores son agentes activos y este hecho
difumina la frontera entre DP y las actividades -incluida la comunicación- de la diplomacia
tradicional.
En este punto resulta oportuno mencionar el término Diplomacia Digital (DD), el cual
alude al uso de la tecnología digital y redes sociales para fines diplomáticos. No hay una
única definición de DD en la actualidad, ni siquiera un único enfoque sobre el que se ha
investigado (Manor, 2017). Algunos autores afirman que la DD no es sino diplomacia que
utiliza los medios de la tecnología digital y que conlleva cambios en el ejercicio de la
diplomacia, pero no en sus fines. En este sentido (Hocking y Melissen, 2015:9) afirman
que la revolución digital produce cambios fundamentales en las funciones diplomáticas
incluidas la negociación, representación y comunicación. En la era digital la DD debe ser
capaz de construir una red de redes de seguidores e influencers, así como saber conectar
los efectos de la DD con resultados tangibles de la política exterior para que la influencia
online se convierta en una influencia diplomática offline (Bjola, 2018).
En este contexto, en la función de comunicación de la DP, se produce una especie de
hibridación entre los entornos de los nuevos medios de comunicación y los diplomáticos.
El resultado es, según (Hocking y Melissen, 2015: 11) una adaptación entre lo analógico
y lo digital, de forma que los medios de comunicación tradicionales se están adaptando
a nuevas formas de conceptualizar, compartir y visualizar las noticias. Según (Rubio,
2015 :16) la DP ha ido ampliando su actuación hacia la opinión pública global y esta
transformación “se ha visto acelerada por los medios digitales (Twitter), el auge de las
televisiones internacionales (CNN y Al Jazeera) y la irrupción de la transparencia en
nuestras vidas (Wikileaks)”. Casi nadie pone en duda hoy en día que las prácticas de DP
en redes sociales influyen en la percepción de un país por las audiencias objetivo, aunque
es compleja la tarea de medir el impacto (Sevin y Ingenhoff, 2018). Más discutible,
aunque interesante, es la conclusión aplicada a la DD en los Estados Unidos de que “las