como militar y tecnológico, ha llevado a plantear un nuevo reequilibrio de fuerzas en un
orden mundial hasta ahora dominado por Estados Unidos. Esta nueva situación es lo que
lleva a algunos autores a plantear la relación entre ambos países como la más importante
de cuantas se mantienen entre dos países en el siglo XXI (Sutter, 2011). La batalla que
mantienen ambos países ha llevado a los gobiernos de estos Estados a establecer
diferentes medidas, como los aranceles impuestos, muchos de ellos aplicados sobre
productos tecnológicos (Natixis, 2018). El desarrollo e implantación de la quinta
generación de Internet móvil traspasa, por lo tanto, las fronteras de lo tecnológico para
adentrarse en el ámbito de la geopolítica (Morozov, 2020).
Las desavenencias entre Estados Unidos y China no son nuevas ni se han originado con
la llegada del 5G, tienen ya un largo recorrido. En las últimas décadas las tensiones entre
ambos países han sido constantes y las amenazas de la administración norteamericana
al gigante asiático ya se produjeron durante la etapa de Bill Clinton como inquilino de la
Casa Blanca. Sin embargo, la intervención de algunas de las empresas estadounidenses
más importantes con intereses en China había servido para relajar esa tensión que se
volvió a avivar con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.
Algunos analistas consideran que esa confrontación va más allá de un momento o un
contexto puntual y que será una constante en el futuro de las relaciones entre los dos
países ya que en el país norteamericano “el sentimiento anti-China es profundo en ambos
partidos en el Congreso. Los aranceles se han convertido en armas normalizadas. Eso
continuará empujando a Washington y Beijing a un rumbo de colisión, sin importar quién
ocupe la Casa Blanca” (Chon, 2020).
La novedad de los actuales desencuentros reside en la aparición en escena de las redes
sociales que desde hace ya algunos años han adquirido un peso importante en el
desarrollo de las relaciones institucionales. El uso de estas herramientas en las relaciones
diplomáticas se enmarca en lo que se conoce como la diplomacia digital o
ciberdiplomacia, un fenómeno que ha sido analizado en los últimos años por autores
como Maccarthy (2015) o Manfredi Sánchez, para quien “la diplomacia digital es una
oportunidad para la participación política, el activismo y la agenda pública de intereses”
(Manfredi Sánchez, 2014: 352). La presencia de redes sociales en la esfera diplomática
se ha convertido en algo habitual, ya sea a través de cuentas de organismos públicos o
de aquellas otras pertenecientes a dirigentes políticos, “las redes sociales forman parte
de la realidad comunicativa de la sociedad internacional actual y sin duda alguna, se
están convirtiendo en el campo de batalla del siglo XXI” (Rodríguez Cela, Parras-Parras
y Romero-Vara 2019: 723).
A ese interés que ya tiene por sí solo el estudio de las redes sociales aplicadas al campo
de las relaciones internacionales se suma la intensa actividad desarrollada por el
presidente estadounidense Donald Trump durante su mandato. El uso habitual de Twitter
por parte de Trump para hacer públicos anuncios de todo tipo a través de su cuenta
personal @realDonaldTrump, desde el cese de miembros de su equipo a amenazas a
dirigentes de otros países pasando por la manifestación de opiniones sobre diferentes
temas de actualidad, hizo que esta red social se convirtiera en uno de los referentes más
destacados para conocer las intenciones del presidente norteamericano durante su
mandato. Asimismo, esas publicaciones realizadas por Trump a lo largo de todos esos
años constituyen un documento histórico para el análisis de lo que ha sido su gestión.