de los “consensos sin exclusión”. Por el contrario, es precisamente esa capacidad de
disentir lo que alimenta lo político y, más aún, la resignificación del “otro” como
adversario (Mouffe, 1999: 11, 12). No obstante, no puede pensarse esto como un cambio
inmediato, sino como un proceso constante de larga duración que entra a hacer parte
del posconflicto.
De otra parte, en cuanto al ámbito social del posconflicto, la sociedad colombiana también
ha de surtir un proceso de reconfiguración, en el cual haya una reincorporación efectiva
y pacífica de los antiguos miembros de las Farc-Ep. Cabe destacar que estas lógicas de
aceptación de nuevos miembros que antes se consideraban una amenaza, no son de
corto plazo e involucran una resignificación tal como ocurre en el ámbito político, dado
que se trata de cambiar conductas, normas sociales, convenciones, etc.
Al respecto, puede acudirse al campo de la sociología para dimensionar esta
transformación social. Emile Durkheim acuñó el concepto “Hecho social” para distinguir
todo aquello que está dado en la sociedad, como normas, códigos, comportamientos,
entre otros, que son externos a las personas pero que las rigen ―incluso ejercen coacción
aunque no se perciba― y a través de los cuales actúan y leen el ambiente social en el
que se encuentran. En otras palabras, “consisten en modos de actuar, de pensar y de
sentir, exteriores al individuo, y están dotados de un poder de coacción en virtud del cual
se imponen sobre él” (Durkheim, 2001: 40, 41). Por tanto, cabe inferir que en el tema
de la reincorporación de los excombatientes tiene que darse una restructuración de estas
normas sociales y, sobre todo, de los imaginarios que giran en torno a estos individuos
tal como se comentaba en el párrafo anterior.
Sin embargo, el cambio de los “Hechos sociales” que se han materializado alrededor del
conflicto con las Farc-Ep por más de medio siglo no se modificarán en cuestión de días o
meses. Por el contrario, se necesita del trabajo de toda la sociedad colombiana presente
y de las futuras generaciones para romper el imaginario de amenaza y los códigos de
comportamiento, a través de los cuales se trata a los excombatientes, de modo que sean
aceptados y se elimine la estigmatización de la que son víctimas. De hecho, el mismo
Emile Durkheim es claro al argumentar que los hechos sociales no se ven relegados o
modificados sin ofrecer resistencia, dada su capacidad de ejercer coacción: “aunque sean
vencidas [las reglas] finalmente, hacen sentir bastante su poder coercitivo por la
resistencia que oponen” (Durkheim, 2001: 40).
Entonces, en los campos político y social se encuentra un aspecto común, este es la
variable del tiempo que juega un papel transcendental, en la medida en que así como la
resignificación política es un esfuerzo de largo alcance, en el ámbito social, también se
requiere del trabajo mancomunado de los miembros de la sociedad Colombia presente y
de los colombianos que vendrán para romper paradigmas, modos de ver y tratar a los
excombatientes, y los imaginarios que se tienen del conflicto y de las Farc-Ep. He aquí
otra expresión de la relación y diferencia entre posacuerdo y posconflicto: el primero
abre la puerta al proceso constante que implica el segundo.
Finalmente, en el ámbito de la seguridad también es condición sine qua non entender la
relación y diferencia entre posacuerdo y posconflicto, debido a que su mala interpretación
en este tema puede poner en peligro el mismo proceso de paz. En este ámbito, es
importante considerar brevemente el concepto de “imaginario colectivo”. Aunque el
término es ambiguo en cuanto a la cantidad de definiciones que hay (Sola-Morales, 2014:
5), se puede decir que son “[…] esquemas, mecanismos o dispositivos de representación,