OBSERVARE
Universidade Autónoma de Lisboa
e-ISSN: 1647-7251
Vol. 9, Nº. 1 (Mayo-Octubre 2018), pp. 159-176
“BRASIL: ESCALERAS Y SERPIENTES”
Clarisa Giaccaglia
clagiaccaglia@yahoo.com.ar
clagiaccaglia@hotmail.com
Investigadora en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET-
UNR, Argentina). Docente-investigadora en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones
Internacionales - Universidad Nacional de Rosario (UNR)
Resumen
El Moksha Patam es un juego asociado a la filosofía hindú tradicional que posteriormente fue
comercializado en Inglaterra como “Ladders and Snakes”, es decir, “Escaleras y Serpientes”.
El devenir de Brasil durante los últimos veinte años, especialmente su trayectoria como una
“potencia emergente”, bien podría ser analizada tomando en consideración este antiguo juego
indio. En efecto, durante la primera década del siglo XXI, Brasil gozó de una gran bonanza
política y económica. En el accionar brasileño, en el tablero tanto nacional como internacional,
sólo parecieron primar las “escaleras”, las cuales catapultaron el crecimiento económico
doméstico, incrementaron el bienestar social de las clases bajas y medias e impulsaron la
emergencia internacional del país. Sin embargo, al iniciarse la segunda década del nuevo
siglo, y con la crisis del 2008 mediante, el juego internacional en su conjunto comenzó a sufrir
complicaciones. Dicha variable sistémica se combinó prontamente con crecientes problemas
en el orden doméstico que arrastraron a Brasil hacia múltiples “serpientes” que hundieron al
país en la recesión económica, la reprimarización de la economía y la corrupción. En este
contexto cabe entonces preguntarse: ¿Cuáles son las escaleras que el gobierno brasileño logró
subir y permanecer? ¿Qué factores pueden explicar las recientes y cada vez más frecuentes
serpientes por las cuales Brasil parece no dejar de descender? Desde un punto de vista teórico,
la discusión aquí planteada se enmarca, en un sentido amplio, en los debates relativos al auge
y caída de potencias en la estructura internacional ¿En qué proporción los factores internos y
externos que explican el devenir de un determinado Estado condicionan su posición en el
esquema mundial? Teniendo en cuenta el caso de Brasil: ¿qué consecuencias acarrean -tanto
los logros que supo conseguir como sus recientes males- en su trayectoria internacional?
Palabras claves
Brasil; potencia emergente; política exterior; crisis brasileña; gobiernos petistas
Como citar este artículo
Giaccaglia, Clarisa (2018). "Brasil: escaleras y serpientes. JANUS.NET e-journal of
International Relations, Vol. 9, Nº. 1, Mayo-Octubre 2018. Consultado [online] en la fecha de
la última consulta, DOI: https://doi.org/10.26619/1647-7251.9.1.10
Artículo recibido el 31 de mayo de 2017 y aceptado para su publicación el 7 de enero de
2018
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Brasil: escaleras y serpientes
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BRASIL: ESCALERAS Y SERPIENTES
Clarisa Giaccaglia
1. Introducción
El Moksha Patam es un juego asociado a la filosofía hindú tradicional que posteriormente
fue comercializado en Inglaterra como “Ladders and Snakes”, es decir, “Escaleras y
Serpientes”. En función de sus orígenes, el juego ponía énfasis en dos conceptos:
“karma” y “kama”, o destino y deseo. En otros términos, el juego era utilizado para
enseñar los efectos de las buenas obras en contraposición a las malas. De esta manera,
mientras las “escaleras” representaban virtudes como la generosidad, la fe y la humildad,
las “serpientes” representaban vicios como la lujuria, la ira, el asesinato y el hurto.
El devenir de Brasil durante los últimos veinte años, especialmente su trayectoria como
una “potencia emergente”, bien podría ser analizada tomando en consideración este
antiguo juego indio.
En efecto, durante la primera década del siglo XXI, Brasil gozó de una gran bonanza
política y económica. En el accionar brasileño, en el tablero tanto nacional como
internacional, sólo parecieron primar las “escaleras”, las cuales catapultaron el
crecimiento económico doméstico, incrementaron el bienestar social de las clases bajas
y medias e impulsaron la emergencia internacional del país.
Sin embargo, al iniciarse la segunda década del nuevo siglo, y con la crisis del 2008
mediante, el juego internacional en su conjunto comenzó a sufrir complicaciones. En este
sentido, Brasil pudo mantenerse al margen de estas nuevas dificultades sólo por un corto
lapso de tiempo. Dicha variable sistémica se combinó prontamente con crecientes
problemas en el orden doméstico que arrastraron a Brasil hacia múltiples “serpientes”
que hundieron al país en la recesión económica, la reprimarización de la economía y la
corrupción.
En este contexto cabe entonces preguntarse: ¿Cuáles son las escaleras que el gobierno
brasileño logró subir y permanecer? ¿Qué factores pueden explicar las recientes y cada
vez más frecuentes serpientes por las cuales Brasil parece no dejar de descender?
Desde un punto de vista teórico, la discusión aqplanteada se enmarca, en un sentido
amplio, en los debates relativos al auge y caída de potencias en la estructura
internacional y a los consecuentes reordenamientos del poder global. Desde esta
perspectiva, forman parte de dicho debate los clásicos análisis realizados por Robert
Gilpin (1987) y Paul Kennedy (1987) en la década de 1980 así como los planteos teóricos
neorrealistas de la década de 1990 (Krauthammer, 1991; Kissinger, 1994; Hungtington,
1999). Del mismo modo, esta línea de investigación se fue acentuando dentro de la
disciplina a inicios del siglo XXI (Amsden, 2001; O’Neil, 2001; Haas, 2008; Khana, 2008;
Zakaria, 2009; Ikenberry, Mastanduno y Wolforth, 2009 y Acharya y Buzan, 2009).
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La perspectiva del realismo neoclásico
1
, particularmente, resulta apropiada para el
presente análisis en la medida en que dicho enfoque subraya la necesidad de incorporar
las variables domésticas a los análisis internacionales con el objeto de alcanzar una mejor
comprensión de las políticas desarrolladas por los actores estatales en la esfera
internacional (Rose, 1998: 147). Consecuentemente, resulta valioso interrogar: ¿En qué
proporción los factores internos y externos que explican el devenir de un determinado
Estado condicionan su posición en el esquema mundial? Teniendo en cuenta el caso de
Brasil: ¿qué consecuencias acarrean -tanto los logros que supo conseguir como sus
recientes males- en su trayectoria internacional? Como punto de partida para el análisis
se sostiene que la combinación de capacidades materiales y de recursos de influencia
permiten explicar la situación de un determinado Estado en el concierto mundial,
particularmente desde un punto de vista político-económico
2
.
En relación al caso brasileño, se parte de la idea de que el gobierno petista de Lula da
Silva se sumó a este juego internacional, a partir del año 2003, con fuertes pretensiones
de ascender por cada una de las escaleras que se iban presentando, sobre la base de
una política doméstica y exterior seria, comprometida y ambiciosa. No obstante,
conforme los os fueron pasando, cautivados por una etapa económica internacional
favorable y por un entorno mundial que sólo parecía elogiar los logros de este país
latinoamericano, el gobierno brasileño abandonó el camino del esfuerzo. De este modo,
se conformó con una cómoda política económica que propició la reprimarización del país
acompañado por una postura que avalaba, o al menos pretendía demostrar que ignoraba,
un comportamiento gubernamental (en asociación con actores privados) cada vez más
corrupto. En consecuencia, los gobiernos petistas, particularmente a partir de la
administración de Dilma Rousseff, fueron perdiendo el apoyo de la mayor parte de la
sociedad brasileña. Asimismo, se sumaron presiones ejercidas desde el exterior -en
especial por parte de grupos inversores trasnacionales y de la prensa mundial- que
retiraron el apoyo a la clase política brasileña, agravando aún más la situación de crisis
nacional.
El trabajo se basa en una metodología cualitativa con un alto contenido descriptivo y
analítico, y enfatizando la secuencia de hechos vinculados al caso de Brasil
3
. El recorte
temporal elegido contempla los tres gobiernos del PT (dos mandatos de Lula da Silva y
uno de Dilma Rousseff) así como el período en el que asume Michel Temer hasta la
actualidad.
En el presente artículo se recorre, en primer lugar, por los distintos peldaños que el
gobierno brasileño supo escalar durante la primera década de este siglo. Posteriormente,
se analizan cada una de las serpientes con las que el país se ha encontrado en su camino,
a partir de la segunda década. Finalmente, se busca identificar sobre qué cimientos Brasil
1
Al interior del realismo neoclásico, Gideon Rose distingue tres líneas sucesivas de trabajo. En primer lugar,
los estudios de Robert Gilpin, Paul Kennedy y Michael Mandelbaum, a inicios de los años ochenta. En
segundo lugar, las investigaciones de Aaron Friedberg y Melvyn Leffler, de fines de la década del ochenta y
principios de los noventa. Finalmente se encuentran autores propiamente neoclásicos tales como Fareed
Zakaria, William Curti Wohlforth, Thomas Christensen y Randall Schweller (Rose, 1998: 155-156).
2
Cabe aclarar que no se toman en consideración variables estratégico-militares puesto que exceden los
objetivos planteados en este trabajo.
3
Para ello, se recurrió al análisis de contenido cualitativo de documentos (bibliografía especializada dedicada
al seguimiento de las políticas brasileñas, así como documentación oficial de organismos nacionales e
internacionales) y al análisis de datos cuantitativos.
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aún puede sostenerse a fin de reconstruirse y retornar al juego con nuevas escaleras que
posibiliten su ansiada emergencia.
2. Escaleras: el gobierno petista durante la primera década del siglo XXI
Durante la primera década del nuevo siglo, de la mano de la gestión de Lula da Silva,
Brasil escaló notoriamente por ltiples escaleras: crecimiento económico sostenido,
ascenso social por medio de la ampliación de las clases medias, gran activismo
diplomático internacional, diversificación de parceiros y puesta en marcha de lo que se
podría llamar un “operativo vitrina” tendiente a destacar al país a nivel mundial.
La identificación de esta primera etapa como un período de bonanza para el país ha sido
realizada por varios analistas (Rolland e Lessa 2010; Cervo e Bueno 2011; Cornelet,
2014; Cervo y Lessa, 2014). En efecto, el crecimiento económico a largo plazo
significó también estabilidad política. En el período 2003-2010, Brasil tuvo un crecimiento
anual promedio del 4% del PBI. Para fines de 2011, se había convertido en la sexta
economía del mundo desplazando al séptimo lugar a Gran Bretaña (datos de IBGE,
2011).
En cuanto al comercio exterior, entre 2003 y 2011 las exportaciones aumentaron un 17%
superando la expansión del comercio mundial (11,6%) (Cervo y Lessa, 2014:144).
Asimismo, se desarrolun proceso de internacionalización de empresas brasileñas con
una creciente incorporación en cadenas productivas globales (Actis, 2015).
En términos de Pierre Salama (2010:3), “sería erróneo argumentar que la política
económica seguida por Lula fue una continuidad de aquella definida por Fernando
Henrique Cardoso: ortodoxa en el aspecto monetario (altas tasas de interés) y fiscal
(superávit presupuestario primario). Si bien se trata de una explicación en cierta medida
fundada, peca de simplista”. En este sentido agrega que “la política de Lula, al contrario
de la de su predecesor, estaba orientada a conseguir y acentuar el sostenimiento de los
niveles de demanda a partir del aumento del salario mínimo y de las transferencias
sociales, la suba del gasto público (luego de una reforma fiscal) y facilidades de crédito
para el consumo y para la producción” (Salama, 2010:4).
De esta manera, se pone de manifiesto otra de las escaleras que Brasil consiguió subir a
través de una ampliación de las clases medias. En efecto, desde el año 2003, la clase
media baja o “clase C
4
se convirtió en la más numerosa del país con 91 millones de
ciudadanos gracias al ascenso de 27 millones de personas que antes pertenecían a las
clases D y E. Con una renta familiar de entre 600 y 2.600 dólares mensuales, la clase C
representaba el 37% de la población brasileña en el año 2003, ascendiendo al 49% en
el 2008 (Fundación Getulio Vargas, 2010). Según datos brindados por el Instituto de
Pesquisa Económica Aplicada (IPEA) de Brasilia, por primera vez en la historia, la clase
media supea la mitad de la población económicamente activa siendo de 51,84%. De
ello derivó una marcada disminución de la pobreza desde 34,93% en 2002 a 25,16% en
4
La Fundación Getulio Vargas (FGV) divide a la sociedad brasileña en cinco clases económicas: clases A, B,
C, D y E, que se encuentran definidas según la renta domiciliar mensual. La clase A, incluye los segmentos
de población de mayor nivel de vida. La clase B, está compuesta por la clase media-alta. La clase C, es
considerada la clase media baja del país. La clase D, son definidos como la clase baja. Por último, la clase
E está compuesta por las personas que se encuentran por debajo del límite de la pobreza (Fundación Getulio
Vargas, 2010).
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2008 (IPEA, 07/08/2008). Cabe señalar que el aumento de los ingresos medios benefició
especialmente a la población de menos recursos ubicada en el Noreste del país.
Se comenzó a notar además que una buena parte de los nuevos miembros de la clase
media baja tenían más años de estudio, eran laboralmente más calificados y tendían a
firmar contratos de trabajo formal (Sallum, 2008). Es importante tener en cuenta que
muchos de ellos recibían en gran medida ayuda del gobierno, a través de varios de los
programas sociales en curso entre los cuales se destacaron el “Bolsa Familia”, el plan
“Hambre cero” así como aquellos vinculados a la educación tales como el ProUni, el FIES
y el ReUni
5
.
Las políticas sociales descriptas tuvieron además un correlato en el accionar externo del
país. El principio “toda pessoa tem direito a três refeições por dia”, base moral de acción
en favor de la inclusión social de los ciudadanos brasileños y de la inclusión internacional
de las naciones, implicó una “multiplicação de projetos de cooperação nas áreas da
agricultura, alimentação, saúde e educação patrocinados pelo mundo tanto por governo
quanto por organizações não governamentais” (Cervo y Lessa, 2014:134).
En materia de política exterior, se desarrolló una estrategia de mayor notoriedad mundial
la cual estuvo cimentada en una intensa actividad internacional por medio de una
diplomacia de alto nivel multilateral y multiespacial. El gobierno de Lula da Silva llevó
adelante un accionar externo claramente proactivo, lo cual quedó demostrado en los
numerosos viajes y visitas bilaterales realizadas por el jefe de Gobierno y por su canciller,
Celso Amorim
6
, así como también por la intensa participación, ejecutiva y técnica, que el
país tuvo en todos los foros mundiales más relevantes.
En efecto, el gobierno de Lula da Silva fue quien llevó adelante la creación y motorización
de múltiples instancias para la negociación regional y global tales como la UNASUR y la
CELAC en el plano latinoamericano, acomo la generación de ámbitos interregionales
como las Cumbres América del Sur-África (ASA) y América del Sur-Países Árabes (ASPA).
También se mostró activamente presente en reuniones multilaterales globales realizadas
en el marco de Naciones Unidas, la OMC, la OMS, la FAO y las COP de Cambio Climático,
entre otras, generando la creación de diversos grupos de presión en pos de la defensa
de sus intereses (G-20 agrícola, BASIC). Asimismo, fue uno de los principales promotores
para la conformación de foros integrados exclusivamente por potencias emergentes tales
como IBSA o BRICS. También dicho gobierno buscó la incorporación de Brasil en
encuentros tradicionalmente frecuentados sólo por las potencias desarrolladas, como el
G-7, en el cual el Estado brasileño participó en varias oportunidades en calidad de
invitado especial. Finalmente, el gobierno de Brasil buscó demostrar la importancia tanto
regional como internacional de su país, promoviendo diálogos políticos de alto nivel con
las principales potencias tradicionales, esto es, Estados Unidos y Europa
7
. En definitiva,
5
Para más información acerca de los programas educativos ver Sallum, 2008.
6
En el período 2002-2010, el presidente brasileño realizó 267 visitas oficiales a 83 países del mundo. El
canciller Celso Amorim, por su parte, efectuó 630 viajes al exterior siendo recibido, por lo menos en una
oportunidad, en 106 estados. Como contrapartida, del 2003 al 2010, Brasil recibió la visita oficial de 281
jefes de Estado y de Gobierno proveniente de 108 países y fue anfitrión de 260 encuentros con ministros
de Relaciones Exteriores. Es decir, Lula da Silva recibió en su territorio a funcionarios extranjeros en un
promedio de una vez por semana (Ministério das Relações Exteriores do Brasil, 2011).
7
En efecto, el gobierno brasileño mantiene un Diálogo de Parceria Global con Estados Unidos, a nivel
ministerial y las Cumbres Brasil-Unión Europea que se iniciaron en 2007. Ambas se efectúan anualmente
(Ministério das Relações Exteriores do Brasil, 2011: 30-33).
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el gobierno consolidó a Brasil como un polo de poder regional en el ámbito de América
del Sur y al mismo tiempo lo transformó en un Estado con una relevante inserción global.
En esta misma línea de metas a nivel internacional, el gobierno petista apostó por una
diversificación de parceiros, esto es, de socios comerciales. Desde este enfoque, el
gobierno de Lula propició la apertura de nuevos mercados para la incorporación de otros
países en desarrollo al esquema de comercio externo. En consecuencia, mientras que en
el año 2002 las exportaciones brasileñas a países no pertenecientes a la OCDE
alcanzaban el 38,5% del total, para el año 2009 dicha cantidad ascendió al 57% (Amorim,
2010: 216). Al respecto, Vigevani y Cepaluni (2007:304), sostienen que el gobierno de
Lula da Silva apeló a la búsqueda de una autonomía por la diversificación, esto es, se
multiplicaron tanto los socios como las opciones estratégicas del país, con el objeto de
alcanzar un mayor equilibrio con los países del Norte.
Finalmente, el gobierno brasileño ascendió por la escalera de la grandeza nacional e
internacional con la puesta en marcha de un operativo vitrinatendiente a destacar
al país a nivel mundial lo cual le valió toda clase de elogios instaurando una imagen
positiva de la nación brasileña en el ámbito global. En este contexto, el concepto “BRIC”
adquirió creciente notoriedad tanto en los medios periodísticos como en las audiencias
en general, al pregonar la aparición de nuevos poderes que vendrían a reemplazar a los
ya existentes. La “puesta en escena” de Brasil como una de las cuatro promesas
mundiales para los próximos cincuenta años -sobre la base de sus potencialidades
económicas- fue el puntapié para el desarrollo de una política exterior brasileña cada vez
más moldeada por las variables comunicacionales mundiales, es decir, por la
consideración de la “mirada de la comunidad internacional” y de la propia “imagen
nacional”. Desde esta perspectiva, cabe salar la presencia de una figura presidencial
fuerte por lo cual Lula da Silva se colocó en el centro de la escena política nacional y
mundial
8
. Asimismo, el gobierno brasileño mantuvo una comunicación fluida con los
medios de comunicación nacionales con el objeto de mantener buenas relaciones que
redituaran en un mayor nivel de popularidad para Lula (Breve, 2009). Del mismo modo,
Lula contó con un excelente grado de aceptación por parte de la prensa mundial
9
(BBC
Mundo, 31/12/2009). Por tanto, la buena imagen de Lula se repli en la imagen
internacional de Brasil convirtiendo al país en un verdadero centro de atención mundial.
Cabe mencionar además la publicación realizada por The Economist (12/11/2009),
titulada “Brazil takes off” (“Brasil alza vuelo”) la cual puede ser considerada el corolario
de toda esta etapa de reconocimiento de Brasil por parte de los multimedios y los think-
tanks internacionales.
Por último, el “operativo vitrina” también involucró la instauración de Brasil como sede
de mega eventos organizados desde la sociedad civil -sociales, medioambientales,
deportivos- entre los cuales se destacaron la Copa Mundial FIFA 2014 y los Juegos
Olímpicos y Paraolímpicos que se efectuaron en Río de Janeiro en el 2016.
8
Ganando las elecciones, en segunda vuelta, con el 61,3 % de los sufragios, se convirtió en el presidente
más votado de la historia de Brasil. Para las elecciones de 2006, ganó nuevamente en segunda vuelta con
el 60,82 % de los votos, manteniendo el apoyo del pueblo brasileño. Hacia fines de su segundo mandato,
Lula seguía contando con un 80 % de imagen positiva según varias encuestas brasileñas.
9
Fue nombrado el personaje del año por el diario francés Le Monde y el español El País, y protagonista de la
década por el británico Financial Times, recibiendo una catarata de alabanzas atípica en Europa para un
presidente latinoamericano” (BBC Mundo, 31/12/2009).
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3. Serpientes: Brasil a partir de la segunda década del nuevo siglo
Al iniciarse la segunda década del nuevo siglo, el escenario internacional en su conjunto
comenzó a mostrar ciertas fisuras. Tal como se mencionó anteriormente, la crisis
económica de 2008 que golpeó fuertemente a las naciones desarrolladas pareció, en un
primer momento, no afectar a las denominadas potencias emergentes. En este sentido,
Brasil logró mantenerse al margen de estos avatares aunque sólo por un corto lapso de
tiempo. Una serie de dificultades en el orden doméstico se hicieron cada vez más
presentes arrastrando a Brasil hacia múltiples “serpientes”: desaceleración económica
que luego se transformó en recesión con importantes retrocesos sociales, corrupción,
crisis político-institucional, reprimarización de la economía, caída del activismo
diplomático multilateral y finalmente lo que podría denominarse el efecto “vergüenza
internacional”.
Con respecto a la desaceleración económica, según datos del Banco Mundial, el
promedio de crecimiento anual de las economías de los BRICS se redujo a la mitad en
2015, en comparación al año 2010: “Average growth among this group has slowed from
an average of 9 percent in 2010 to about 4 percent in 2015 (Banco Mundial,
08/01/2016). Asimismo, el crecimiento de Brasil fue más lento que el del resto de sus
compañeros de sigla.
La falta de habilidad del gabinete de Dilma Rousseff para gestionar la crisis fue una de
las razones que permiten explicar la profundización del malestar (Solano Gallego,
2016:147). La economía se estancó en 2014 y a partir de 2015 comenzó un período de
recesión. En efecto, en 2016 la economía brasileña presentó un cuadro recesivo, con
una caída estimada del 3,6% del PBI, es decir, que se registra una reducción del PBI
superior al 3,5% por segundo o consecutivo”. La deuda pública neta total, por su parte,
“subió del 36,2% del PBI a fines de 2015 al 44,2% del PBI a octubre de 2016”. Asimismo,
la menor actividad económica tuvo un fuerte impacto en la recaudación tributaria de los
gobiernos federal, estaduales, y municipales. El cuadro recesivo de la industria se
mantuvo por decimosegundo trimestre consecutivo en 2016, lo que siguió reflejándose
en una caída de su producto, destacándose los descensos en la industria de
transformación y en la de construcción” (CEPAL, 2016:1-3).
La situación descripta conllevó además importantes retrocesos sociales. Brasil padece
actualmente una situación de creciente desempleo, una alta tasa de inflación en los
precios de los alimentos y una disminución del ingreso real de los trabajadores. Según
datos brindados por la CEPAL, “la tasa de desempleo fue elevándose, del 6,8% en
septiembre de 2014 al 8,9% en septiembre de 2015 y al 11,8% en el mismo mes de
2016. En los diez primeros meses de 2016 se perdieron 751.000 puestos de trabajo
formal, lo que representa una caída del 4,2% del total de empleos”. En cuanto al salario
medio real, se observó “una disminución del 2,4% en 12 meses a octubre de 2016”. Con
respecto a la inflación, alcanzó un pico de 10,7% a fines de 2015 descendiendo a un 7,9
en octubre de 2016. Sin embargo, los precios de los alimentos mantuvieron su tendencia
al alza, con un incremento del 4% (de 12% en 2015 a 12,4% en 2016) (CEPAL, 2016:
4).
Cabe mencionar además que desde que Temer asumió el poder, la agenda de problemas
sociales se ha agudizado con proyectos legislativos que limitan los gastos blicos y
buscan la reforma de las leyes laborales o de las jubilaciones agravando un panorama ya
desalentador (Solano Gallego, 2016: 154).
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La segunda serpiente por la que Brasil cayó y cuyo descenso parece no acabar se refiere
a la corrupción. En 2013, se desencadenó la llamada operación “Lava Jato”
10
, es decir,
las investigaciones de corrupción en torno a los procedimientos realizados por la empresa
estatal Petrobras. En términos de Tible y Moraes (2015:7), se trata de una investigación
que “revela con mayor claridad los nculos explícitos y espurios entre los mundos político
y económico”. En efecto, este primer operativo, así como otras investigaciones derivadas
de ésta, pusieron al descubierto un entramado de corrupción que involucra tanto a
empresarios como a diversos políticos brasileños. En relación a estos últimos cabe señalar
que, si bien en un primer momento el proceso judicial incluyó de manera protagónica a
diversos miembros del Partido de los Trabajadores (PT), “hoy sabemos que en el
esquema de corrupción de Petrobras también participaron el Partido del Movimiento
Democrático Brasileño (PMDB) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB)”
(Solano Gallego, 2015:149).
Las motivaciones que posibilitan explicar la propagación y profundización de los actos de
corrupción en Brasil en los últimos años (lo cual está dado tanto por las cantidades de
dinero involucradas como por el número de miembros de la elite política y económica
incluidos en el escándalo) remiten a tres cuestiones principales. En primer lugar, el
pedido de sobornos en la licitación de obras públicas, tal como quedó demostrado en el
caso de Petrobras. En segundo lugar, el financiamiento electoral por parte de unos
altamente concentrados aportes privados los cuales incentivaron un incremento de la
corrupción. En este sentido, el condenado a 19 años de prisión Marcelo Odebrecht declaró
ante la justicia brasileña que “el 75% de las campañas electorales se financiaron por
medio de pagos no declarados. El empresario involucró a 12 de los 27 gobernadores del
país y a los cinco ex presidentes brasileños vivos (Infobae, 15/04/2017). Finalmente, la
creación de coaliciones políticas que garanticen la gobernabilidad del país se ha
fundamentado también en hechos de corrupción. Al respecto, Brandon Van Dyck
(2016:19) ironiza: “en los sistemas presidenciales multipartidistas de Latinoamérica, la
gobernabilidad depende de que se formen coaliciones legislativas, y en las dos décadas
pasadas, Brasil lo ha hecho mejor que casi todos los países de América Latina. Ahora
debe hacerlo limpiamente”. Desde esta misma perspectiva, Cervo y Lessa (2014:135)
sostienen que: “el sistema político de coalizão partidária, desloca facilmente a
governabilidade da eficiencia ao proveito pessoal ou do partido”.
Resulta pertinente mencionar que las investigaciones judiciales efectuadas no dejaron de
generar polémica especialmente por ciertos atropellos jurídicos y por la selectividad
política mostrada en sus inicios, en la medida en que las mismas se concentraron en los
funcionarios del PT con directas y claras repercusiones nocivas en el proceso de
impeachment iniciado, en simultáneo, a Dilma Rousseff en 2016.
Sin embargo, en marzo de 2017, la justicia brasileña solicitó la apertura de 83 diligencias
contra políticos aforados en una iniciativa que alcanza a la cúpula de los tres principales
partidos políticos del país. La lista contiene un sinfín de altos cargos o ex cargos
destacados, entre ellos: “Lula da Silva y Dilma Rousseff (PT); seis ministros del actual
gobierno de Temer; los dos últimos candidatos presidenciales de la oposición, Aécio
10
Petrobras licitaba sus obras a grandes empresas de ingeniería y construcción de Brasil, como parte de un
programa impulsado por el presidente Lula, para estimular la creación de empleos en el país. Para favorecer
la contratación de ciertas empresas, la petrolera brasileña pedía sobornos que rondaban el 3% del
presupuesto, que se repartía entre políticos y empresarios. El dinero era reintroducido al sistema a través
de negocios de hoteles, lavanderías y estaciones de gasolina para ser blanqueado. Luego era transferido al
extranjero, a través de empresas “fachada”, a cuentas en China o Hong Kong (diario El País, 04/03/2016).
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Neves y José Serra; y los presidentes del Congreso
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y del Senado. La fiscalía además
ha ampliado ahora la investigación a dos ministros más del Ejecutivo y al ex presidente
Fernando Henrique Cardoso. Las indagaciones también se extienden a 29 senadores, al
menos 40 diputados y tres gobernadores” (diario El País, 13/04/2017).
Esta enumeración da cuenta de la siguiente serpiente que acecha a Brasil vinculada a
una profunda crisis político institucional. De hecho, a los problemas económicos y de
corrupción ya mencionados se sumaron a una serie de protestas sociales que dieron
comienzo a esta crisis.
La primera ola de manifestaciones ocurrió en junio de 2013 comenzando en San Pablo y
extendiéndose por otras localidades brasileñas. La protesta fue protagonizada
mayoritariamente por las clases medias-bajas y estuvo motivada, en un principio, por el
aumento del costo del transporte público. Sin embargo, rápidamente se sumaron otros
reclamos entre los cuales se destael repudio popular en cuanto a las prioridades del
gasto estatal, los recurrentes hechos de corrupción y el modo en que se utilizan los
recursos públicos. Al respecto, la organización del Mundial de Fútbol fue fuertemente
criticada teniendo en cuenta las exorbitantes sumas de dinero involucradas frente a la
persistencia de servicios públicos altamente insatisfactorios en todo el país. Cabe
subrayar que, en ese entonces, no existieron reclamos por razones de falencias
socioeconómicas teniendo en cuenta que, según las encuestas de ese momento, la mayor
parte de la población (71%) reconocía estar satisfecha con su nivel de vida y el 43%
tenía expectativas positivas sobre el futuro del país (encuesta del Instituto Ibope en
Infobae, 23/06/2013). Es decir, la protesta tenía como principal motivación mayores
exigencias en términos de salud, educación e infraestructura pese a que la situación
económica de la mayoría de los ciudadanos aún no se veía afectada.
La segunda ola de protestas se suscitó a partir de 2015 y, a diferencia de las anteriores,
fueron protagonizadas en su mayoría por sectores medios y altos, blancos y de mediana
o avanzada edad que reclamaban el combate contra la corrupción y la salida de Dilma
Rousseff del gobierno nacional (Tible y Moraes, 2015:4). De este modo, la problemática
asociada a los cada vez más inocultables vicios de la política nacional adquirió total
preponderancia pública. Pese a ello, no debe dejarse de lado la creciente insatisfacción
de amplios sectores de la población brasileña -independientemente de la región, la edad
o el nivel de ingresos- los cuales comenzaron a padecer una realidad socioeconómica
nacional en claro retroceso. Consecuentemente, la popularidad de la presidenta Dilma
Rousseff se desplomó: “Si al final del segundo gobierno de Lula nueve de cada diez
brasileños aprobaban su gestión, para el 2015 se manifestaba un fenómeno inverso:
solamente uno de cada diez confiaba en su sucesora en el Planalto” (Tible y Moraes,
2015:6).
La situación descripta conllevó el inicio de una crisis política por la cual la mayoría de la
sociedad brasileña manifiesta casi una total falta de representatividad del poder
ejecutivo, del legislativo y de los políticos en general, hecho que profundia su vez el
debilitamiento del PT, en tanto partido político gobernante.
Paralelamente, en el Congreso las alianzas comenzaron a diluirse. En efecto, partidos
“aliados” que conducían ciertos ministerios comenzaron a votar en contra del gobierno
nacional del PT en las sesiones parlamentarias. Frente a ello, la articulación política se
11
El presidente de la Cámara de diputados era Eduardo Cunha, artífice del impeachment contra Rousseff, y
quien terminó también destituido y detenido.
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puso en manos del vice-presidente Michel Temer del Partido del Movimiento Democrático
Brasileño (PMDB)
12
quien fuera el principal aliado del PT a nivel federal pero que termi
convirtiéndose en el mayor partido opositor encabezando el ya sabido juicio político a
Dilma Rousseff
13
.
Los acontecimientos relatados provocaron serias dificultades de gobernabilidad y
situaciones de inestabilidad política que se han repetido hasta el día de hoy con nuevas
y escandalosas denuncias contra el actual presidente Temer- el cual cuenta con un
prácticamente nulo nivel de aprobación pública. El panorama detallado pone de
manifiesto entonces una profunda crisis institucional que involucra a todos los partidos
políticos más relevantes de Brasil.
Por otra parte, una cuarta serpiente que debe enfrentar el Estado brasileño se refiere a
lo que algunos especialistas identifican como la desindustrialización del país que
tiene como correlato la reprimarización de la economía nacional (Cypher, 2009;
Malamud, 2011; Salama, 2014; Cervo y Lessa, 2014; Hearn, 2015; Brun, 2016; Svampa,
2013, 2017). Es importante considerar que este proceso excede al caso brasileño. En
efecto, durante la primera década del 2000, América Latina experimentó un fuerte
crecimiento debido a un auge de los precios de los bienes primarios. La robusta demanda
global de estos productos impulsada por las altas tasas de crecimiento de las naciones
asiáticas constituyó una oportunidad única para las economías de la región.
En este contexto, para el año 2009, China se convirtió en el primer socio comercial de
Brasil superando la histórica posición de Estados Unidos
14
. En la última década, el país
sudamericano ha exportado principalmente materias primas altamente concentradas e
importado bienes del sector industrial, más diversificados y con una tendencia a mayor
valor agregado. A modo de ejemplo, entre enero y abril de 2016, la soja representó el
51,3% de las exportaciones brasileñas a China (Brun, 2016:202).
Consecuentemente, la cesta exportadora global de Brasil se ha primarizado, con una
mayor participación de los productos básicos en detrimento del sector manufacturero.
Además, “al competir con los productos brasileños en los mercados domésticos y
regionales, principalmente en América del Sur y Estados Unidos, China provocaría
también la desindustrialización de la economía brasileña, así como su imposibilidad de
transitar hacia la producción de bienes de más alta tecnología”
15
(Brun, 2016:202). En
consecuencia, la economía brasileña de los últimos años se ha caracterizado por la baja
innovación y la baja competitividad de los sistemas productivos y de servicios, con la
excepción del agronegocio (Cervo y Lessa, 2014:135).
Frente a este proceso, el gobierno de Rousseff se mantuvo inerte por lo cual al producirse
el “fin del súper ciclo de los commodities” (Svampa, 2017), asociado a la desaceleración
del crecimiento en China, las consecuencias para la economía nacional han sido críticas.
En palabras de Adrián Hearn (2015: 63), “las actuales percepciones negativas de China
12
El PMDB constituye un partido sin programa claro. La estrategia del partido desde la redemocratización del
país ha sido mantenerse al lado del poder pero sin presentar candidatos, aprovechándose del sistema
electoral brasileño, que prácticamente impide a los partidos triunfadores conseguir la mayoría parlamentaria
y los obliga a buscar aliados (Solano Gallego, 2016: 155).
13
En 2016, Dilma Rousseff fue sometida a un proceso de impeachment, en el cual se alegaron irregularidades
fiscales. El mismo se prolongó por ocho meses y culminó con la destitución de la presidenta.
14
Los intercambios comerciales entre Brasil y China se dispararon desde el principio de los os 2000 para
alcanzar 46 miles de millones US dólares de exportaciones (Brun, 2016:201).
15
De hecho, celulares, calzado, parte de la vestimenta o motociclos son los sectores que más perdieron
terreno ante China en los mercados de exportación (Jenkins, Barbosa, 2012: 78 en Brun, 2016:202).
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contrastan con el entusiasmo inicial que despertó en los políticos y líderes de la industria
brasileños el financiamiento chino durante la gira realizada por América Latina en 2004
por el entonces presidente Hu Jintao”. Entre 2005 y 2013, “Brasil recibió 31.400 millones
de dólares de inversión china, por lo que se convirtió en el cuarto mayor destino de
inversiones del gigante asiático después de EEUU, Australia y Canadá” (Hearn, 2015:63).
En suma, la excesiva dependencia de la agricultura para la economía brasileña ha
significado un retroceso en la cadena de valor, que sigue estando principalmente
determinada por las exportaciones de soja sin procesar.
Desde una perspectiva de la política exterior, la siguiente serpiente afrontada por Brasil
radicó en una caída del activismo diplomático internacional, otrora característica
distintiva del gobierno, durante los os de Lula da Silva. Es importante aclarar que,
tanto el estilo de la presidenta Dilma -con un perfil más bajo y menos carismático que
Lula- como el inicio de una situación económica mucho más compleja tras la crisis
financiera de 2008; llevaron al nuevo gobierno a focalizarse en mayor medida en los
asuntos internos. El protagonismo internacional de Brasil fue entonces levemente
aminorado por parte del gobierno de Rousseff. De este modo, “a grande presença
brasileira em órgãos multilaterais tradicionais, globais ou regionais, mantém-se,
sobretudo por meio da máquina diplomática, o Itamaraty” (Cervo y Lessa, 2014:136).
Los acontecimientos ocurridos a partir del proceso de juicio político a la presidenta
agudizaron aún más esta situación puesto que todas las miradas políticas se concentraron
en los problemas de índole doméstica. Por consiguiente, la política exterior brasileña dejó
de lado la motorización de instancias de negociación multilateral. En el marco de las
potencias emergentes, en particular, Brasil abandonó su rol como catalizador de la
agenda tanto en el seno de IBSA que ingresa en una etapa de hibernación- como de
BRICS donde es reemplazado por el gobierno ruso de Putin como principal articulador
de iniciativas dentro del grupo y, posteriormente, también por China, la cual a partir de
la llegada de Xi Jinping comenzó a adoptar un perfil internacional más alto.
Pese a lo dicho, resulta importante no olvidar que también cambiaron las condiciones
sistémicas de la arena internacional. En este sentido, la erosión de la OMC producto del
inicio de ciertas negociaciones bilaterales (el TTP y el TTIP), el abandono de la Unión
Europea por parte de Gran Bretaña y la llegada de Donald Trump al gobierno de Estados
Unidos, conformaron un escenario internacional más complejo e impredecible el cual, por
tanto, se sumó al devenir interno de Brasil.
Con la llegada de Michel Temer, las grandes estrategias de Lula se siguen manteniendo
pero mediante una política exterior reactiva o de acompañamiento. A modo de ejemplo,
Brasil sigue participando de las cumbres de BRICS. Desde que Dilma fue apartada del
poder, la Cancillería se convirtió en un espacio de poder del PSDB lo cual se tradujo en
la incorporación de José Serra como ministro quien a su vez fue, con posterioridad,
reemplazado por Aloysio Nunes actualmente en funciones. A partir de allí, se ha intentado
otorgar a la política exterior del país un acento s económico en cuyo marco las
negociaciones con el viejo continente para la firma de un acuerdo Mercosur-Unión
Europea se ha vuelto una de las prioridades estatales (Cárdenas, 2016).
Asimismo, cabe destacar que los recortes de gasto público implementados por el nuevo
gobierno de Temer han involucrado también a la maquinaria diplomática del país. En este
sentido, se anunció el cierre de embajadas en lugares considerados “no prioritarios” como
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África, en clara contraposición a las políticas implementadas por Lula en la década
anterior en relación a dicho continente (Vásquez, 2016:22).
Finalmente, Brasil se ha visto envuelto en los últimos años, en especial desde los hechos
que desencadenaron el juicio político a Rousseff, en la serpiente de la vergüenza
internacional”. En efecto, desde la perspectiva de los gobiernos estatales,
particularmente desde el seno de los formuladores de la política exterior, las aspiraciones
de reconocimiento y prestigio internacional han tenido como correlato un irrefrenable
temor a la vergüenza y a la humillación mundial. En el caso brasileño, los últimos años
de gobierno del PT parecieron demostrar un Estado preocupado en mayor medida por
“gerenciar” la reputación internacional del país que por afrontar las verdaderas
necesidades nacionales
16
.
El miedo a la deshonra internacional constituye un elemento novedoso en la política
mundial, y propio de un sistema global interconectado y televisado, el cual afecta
especialmente a las potencias emergentes en su afán por demostrar que se encuentran
en condiciones de pertenecer a las grandes ligas. En virtud de ello, la imagen
internacional de Brasil también ha sufrido un duro revés producto de la endémica
corrupción que se ha ido develando pero también como consecuencia de una campaña
mediática que fue ejercida desde el exterior y que parecería tenía como fin obtener la
finalización del gobierno de Dilma Rousseff. Desde este enfoque, Mónica Hirst
(05/04/2016) asegura que existió una presión desde el exterior, “con claros mensajes a
favor de la rápida salida del gobierno del PT en Brasil. El informe de la revista The
Economist (26/03/2016) titulado “Time to go” (hora de irse), fue ilustrativo en este
sentido. Asimismo agrega que también “fue frecuente la difusión en la prensa regional
de las opiniones de deres políticos latinoamericanos identificados con sus contrapartes
opositoras en Brasil que defendían el alejamiento o la renuncia de la presidenta”. Lo
cierto es que desde el inicio del proceso de juicio político a Rousseff, Brasil ha sido
escenario de una serie de disputas intra-hegemónicas de las alianzas político-económicas
(tanto nacionales como internacionales) que gobiernan el país y que parece que aún no
han sido resueltas.
La reputación de Brasil no ha logrado mejorar hasta el momento, en la medida en que
distintos escándalos políticos e institucionales siguen apareciendo. En este sentido, se
advierte que sólo la realización de nuevas elecciones presidenciales (previstas para
octubre de 2018) podrían calmar las aguas para recomenzar el camino.
4. Consideraciones finales
Es bien sabido que en el tradicional juego hindú, el mero de escaleras es menor al
número de serpientes como un recordatorio de que los caminos del bien son más difíciles
de transitar que los caminos del mal. En función del recorrido realizado en este artículo
cabe volver a preguntarse: ¿Cuáles son las escaleras que el gobierno brasileño logró
subir y permanecer? ¿Cuánto se logró avanzar durante esta “ventana de oportunidad”
que hoy parece ir cerrándose?
16
Una profundización de este tema puede verse en Giaccaglia, Clarisa (2014)"Poderes emergentes: ¿todo es
sólo para la foto? El caso de Brasil", en revista Estudos Internacionais da PUC Minais, Belo Horizonte (MG),
Vol. 2, nº1.
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Como se señaló a lo largo de este trabajo, el posicionamiento de un determinado Estado
en el esquema mundial depende de la combinación de una serie de factores internos e
internacionales.
Desde una perspectiva de los asuntos domésticos, el desenlace de otro escándalo político
en torno a la figura de Michel Temer en 2017, ha provocado nuevas amenazas sobre la
posibilidad de que Brasil pueda superar la recesión económica que padece desde hace
dos años. Lo cierto es que el país posee las condiciones estructurales para superar las
presentes dificultades económicas por lo cual la incertidumbre radica, en todo caso, en
el tiempo que esta recuperación demandará en virtud, sobre todo, de la resolución de la
crisis política.
Es importante rescatar que pese a los turbulentos episodios que está transitando el país,
la democracia no ha sido puesta en tela de juicio. Los partidos políticos, n muy
desprestigiados, continúan actuando. La sociedad brasileña, por su parte, ha demostrado
crecientes e inéditos niveles de participación y ha comenzado a pedir explicaciones a las
principales elites políticas y económicas por sus ilícitos.
De hecho, una de las mayores fortalezas alcanzadas por Brasil radica en haber logrado
la incorporación, durante la última década, de millones de personas a la clase media del
país. Consecuentemente, este ascenso social es el que ha propiciado las diversas
protestas civiles, un hecho reciente en la historia política del país teniendo en cuenta que
los brasileños han descubierto la posibilidad de exigir. Hasta ahora, “los que nacían
pobres morían pobres. Eso comenzó a cambiar, y quizá es uno de los cambios sociales
más grandes que hemos tenido en Brasil desde el fin de la esclavitud en el siglo XIX"
(Schmitt en Duffy, 18/09/2007). Además, y pese a que la coyuntura socioeconómica es
desfavorable, la pobreza y la desigualdad continúan muy por debajo de los niveles de la
década de 1990. Según los datos brindados por el Banco Mundial (2017), el índice de
Gini en Brasil pasó de 60,5 en 1990 a 51,48 en 2014.
En suma, tal como señalan Tible y Moraes (2015:14) en las últimas décadas en Brasil se
ganaron tres importantes macrodebates: democracia (fin de la dictadura), combate
contra las desigualdades (a partir del gobierno de Lula da Silva) y distribución política
(desde las primeras protestas de junio de 2013 que inauguraron los reclamos por parte
de la ciudadanía).
Sin embargo, una mirada retrospectiva obliga a considerar también todo aquello que
requiere ser reformulado si Brasil desea proseguir la emergencia iniciada en los últimos
años. En este sentido, dos cuestiones se muestran insoslayables. Desde un punto de
vista económico, la primarización de la economía y, por consiguiente, la
desindustrialización es una problemática que debe ser seriamente abordada por los
próximos gobiernos a fin de evitar que una excesiva dependencia del comercio
internacional de productos agrícolas condicione el modelo de desarrollo nacional. De igual
manera, la inclusión social alcanzada debe superar el estadio de una mera inclusión por
“consumo”, esto es, basada en un incremento del nivel adquisitivo incluyendo también
un mejor acceso a educación, salud e infraestructura, tal como reclama actualmente la
sociedad brasileña.
Desde un punto de vista político, en segundo lugar, se impone una revisión del accionar
de los llamados gobiernos progresistas lo cual incluye a Brasil pero involucra también a
toda Sudamérica. En este sentido, Maristella Svampa (2017:63-64) afirma que el actual
giro conservador en la región está vinculado, en gran parte, “a las limitaciones,
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mutaciones y desmesuras de los gobiernos progresistas”. Desde una mirada crítica,
argumenta que “Ciertamente, al inicio del ciclo, todos los progresismos implicaron la
potenciación de un lenguaje de derechos (sociales, colectivos, económicos, culturales) y
abrieron un espacio a diferentes políticas de democratización. Pero entre 2000 y 2016,
mucha agua corrió bajo el puente”. En este sentido agrega que, no es lo mismo hablar
de “nueva izquierda latinoamericana” que de “populismos del siglo XXI”: “en el pasaje
de una caracterización a otra, algo importante se perdió, algo que evoca la evolución
hacia modelos de dominación de corte tradicional, basados en el culto al der, su
identificación con el Estado y la búsqueda o aspiración de perpetuarse en el poder”.
Coincidiendo con esta necesidad de autocrítica, resulta pertinente recordar también las
palabras de otro referente latinoamericano del espacio progresista como el ex presidente
uruguayo José Mujica: “si a la izquierda le toca perder terreno, que lo pierda y aprenda”
(diario La Nación, 19/03/2016).
Por tanto, retorno al camino de la industrialización nacional y mejoramiento de los
mecanismos burocráticos en pos de una mayor transparencia política aparecen como dos
de las principales metas a tener en cuenta por parte del gobierno brasileño para la
próxima década.
En cuanto a la consideración de los factores internacionales, cabe detallar dos aspectos.
Con respecto a la política exterior brasileña, se vislumbra que el protagonismo alcanzado
en los últimos años se mantendrá tomando en consideración la transformación de Brasil
en un Estado con intereses globales. Las modificaciones versarán entonces en torno a
los matices que este rol adoptará en función de los cambios sistémicos ocurridos falta
de recuperación de los niveles de comercio mundial a la etapa pre-2008, Brexit europeo,
llegada de Donald Trump al poder ejecutivo de Estados Unidos-, entre los s
significativos. En consecuencia, parece advertirse un papel internacional para Brasil que
seguirá siendo activo pero con menores niveles de revisionismo y, por ende, con un perfil
más statuquoista reivindicando además los beneficios de una diversificación de parceiros
que posibilite, tanto buenas relaciones con Estados Unidos, como una consolidación de
los vínculos con los estados de BRICS, especialmente con China.
Ahora bien, un segundo aspecto refiere a la reorganización de las alianzas político-
económicas (tanto nacionales como internacionales) que gobiernan el país. En un sentido
amplio, resulta apropiado retomar aqlos argumentos de Ian Taylor (2006:37) quien
asegura que la aparición de los BRICS fue un intento por parte del capital financiero
trasnacional -con la ayuda activa de las propias élites de las naciones BRICS-para
promover la hegemonía del capitalismo liberal por medio de la incorporación de potencias
emergentes al orden mundial, a fin de que se convirtieran en nuevos centros de
acumulación y crecimiento dentro del sistema existente.
Sin embargo, la dinámica del actual capitalismo global ha demostrado que, de persistir
un modelo de crecimiento cimentado en la expansión de las clases medias sobre la base
del consumo, “otro planeta sería necesario” (Friedman, 03/10/2012). Por tanto, la
constatación de que el reparto de dividendos a nivel mundial no puede ser infinito,
(mucho más luego de la crisis de 2008 n sin superar) ha provocado una serie de
disputas intra-hegemónicas en el marco de las alianzas político-económicas
trasnacionales. El caso brasileño entonces debe ser comprendido en dicho contexto: la
crisis que afecta al país involucra a los sectores políticos y empresariales internos pero
también han intervenido activamente medios de comunicación globales y actores
financieros trasnacionales.
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El reacomodamiento de estas alianzas condicionará por tanto el devenir del sistema
mundial así como la posibilidad de que el gigante sudamericano pueda seguir avanzando
por nuevas escaleras del juego internacional de las próximas décadas. Para que el “kama”
(deseo) se imponga en el “karma” (destino) de Brasil.
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