revisados para el presente trabajo. He aquí una de las razones que pudiera explicar las
dificultades para lograr la unificación de los mitos que plantea la perspectiva
neoinstitucionalista como condición para la supervivencia y buen funcionamiento de las
organizaciones.
Por otra parte, se encuentra la diversidad de modelos de discusión, gestión e integración
en el campo de la seguridad y la defensa, con foros y órganos de perfil diferenciado en
UNASUR, la ALBA, y la OEA fundamentalmente. La citada proliferación de iniciativas y
modelos de regionalización y cooperación, tan diversos, y con competencia,
superposición y funcionalidad superpuesta, se considera un proceso de "complejización"
de las instituciones internacionales de defensa y seguridad en América del Sur. Un
proceso que refleja la pluralidad política e ideológica en la región, con impactos en las
organizaciones que actúan en este ámbito particular. Estas, en su labor de definición de
los objetivos y las respuestas ante los desafíos comunes, intentan diferenciarse de las
instancias hemisféricas y extrarregionales, y adaptarse a las necesidades específicas,
riesgos y amenazas, así como a los intereses propios de la región (Bragatti, 2019: 71).
La macrosecuritización de la agenda que intentó imponer Estados Unidos, a partir del
concepto de multidimensionalidad de las amenazas, generó ambigüedad, desacuerdos y
discrepancias en los enfoques nacionales y la inexistencia de un sistema de jerarquías
para estructurar los problemas de defensa en función de su desagregación zonal, vecinal,
subregional y regional (Comini, 2010). De hecho, el CDS pareció intentar un enfoque
diferenciado al introducido en la OEA, donde se creó una Secretaría de Seguridad
Multidimensional (SSM), con el mandato de promover y coordinar la cooperación entre
los Estados Miembros de la OEA, y de éstos con el Sistema Interamericano y otras
instancias del Sistema Internacional, para evaluar, prevenir, enfrentar y responder
efectivamente a las amenazas a la seguridad, con la visión de ser el principal referente
hemisférico para el desarrollo de la cooperación y el fortalecimiento de las capacidades
de los Estados Miembros de la OEA, teniendo como marco conceptual la “Declaración
sobre Seguridad en las Américas” (OEA, 2019). Como se puede apreciar, durante la vida
del CDS, no dejaron de existir pugnas entre representaciones estratégicas de seguridad
(Padula, 2015; Sánchez-Levis, 2019).
Algunos países que adhirieron a UNASUR lo hicieron con intereses divergentes al de su
núcleo inspirador (Brasil y Venezuela) (Bragatti, 2019). Brasil, de su lado, procuraba una
base que redujera sus vulnerabilidades en medio del impulso a su proyecto de liderazgo
global, y también contener la penetración estadounidense. Venezuela, lo impulsó, como
parte de su plataforma contrahegemónica y antimperialista. Colombia, tras su reticencia
inicial a incorporarse, modificó su postura más tarde al asegurarse que tendría apoyo
político regional para el manejo de sus conflictos internos, con el propósito probable de
ganar cierta autonomía y capacidad de negociación en su estrecha, prioritaria y
asimétrica relación con Washington. Argentina, a pesar de sus preferencias por dirimir
las cuestiones de seguridad en MERCOSUR, se adhirió a la iniciativa en la perspectiva de
fortalecer su visibilidad regional, ganar respaldo a causas nacionales como la
reivindicación de las islas Malvinas, y quizás como parte del enfrentamiento político
interno. Chile, al parecer, lo entendió como una oportunidad para evitar su aislamiento,
y profundizar la diversificación los ámbitos y espacios en los que discute sobre dichos
temas. Y otros países más pequeños (Ecuador, Uruguay, Surinam, Guyana, etc.)